Hay una situación en la que caemos -creo- todos alguna vez: tratamos mejor a los desconocidos que a las personas de nuestra familia. Si viene un niño de fuera, podemos pasarnos un buen rato jugando con él, pero para los nuestros estamos muy cansados. Si una desconocida nos pregunta algo por la calle, respondemos con toda nuestra amabilidad, pero para nuestra pareja no tenemos palabras tan bonitas.
Así que os propongo y me propongo darle la vuelta a esta situación y pasar a tratar a los nuestros como se lo merecen. Y por supuesto, a los desconocidos los seguiremos tratando bien, cómo no.