Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.
Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.
Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.
Por desgracia, estos maravillosos versos de Miguel Hernández tienen en estos tiempos -y en todos- plena vigencia.