El congreso se celebraba en una ciudad bellísima, destino de un Camino que durante siglos vio cómo crecían catedrales, puentes y hospitales. Y dentro de la ciudad, en el mejor lugar posible: el Parador de los Reyes Católicos. Entre conferencia y conferencia, salía a disfrutar de la única plaza del Obradoiro, rodeada por el propio Parador, por el Palacio de Rajoy y de Xelmírez y -cómo no- por la Catedral, tan diferente -y tan parecida- a las de su Alemania natal.
Y llegó el momento que tanto había estado esperando; por fin iba a poder ver en funcionamiento el Botafumeiro. La misa se le hizo eterna, esperando ese espectáculo final. Cuando los tiraboleiros comenzaron a poner en marcha el enorme incensario, se abrió paso entre la gente, para poder verlo más de cerca. Inicialmente prestó atención al movimiento del botafumeiro, pero pronto su curiosidad científica hizo que se centrara en el mecanismo. Y fue acercándose más y más. Ajeno a los avisos de la gente que contemplaba, con pavor, la decisión de este hombre. Ajeno, también, al propio botafumeiro.
Tenemos que decir que tuvo mucha suerte. Solamente le rompió el tabique nasal.
«Santiago Catedral Botafumeiro» por Luis Miguel Bugallo Sánchez (Lmbuga Commons)(Lmbuga Galipedia) – Commons.. Disponible bajo la licencia CC BY-SA 3.0 vía Wikimedia Commons.