Allá por los años 50-60 del siglo pasado, la actividad futbolística en las playas de Moaña era muy intensa. Junto con otros muchos chavales, mi padre realizaba diabluras en aquella arena.
En aquellos tiempos se disputaba, en la zona, la Copa Comarcal. Y nos tocó contra el Turista de Vigo, un auténtico gallito y, desde luego, muy superior a nuestro equipo.
En la ida ya quedó claro quién era el grande. Por si fuera poco, nuestros jugadores no estaban preparados para jugar en un campo que no fuera de arena. Pese al esfuerzo e ilusión, volvimos de Vigo con la eliminatoria sentenciada: 5-0.
Pero llegó la vuelta, a jugar en el campo da Xunqueira (sí, en la playa; sí, de arena). Y, queridos amigos, les metimos siete, y pasamos a la siguiente ronda.
En esa siguiente ronda nos tocó contra otro equipazo de la comarca, el Silva, entrenado por el exceltista Yayo. Esta vez no nos dejaron jugar en nuestro campo de arena, porque decidieron que no era apto para jugar al fútbol. Hubo que ir al campo de Massó, en Cangas. Y quedamos eliminados. Pero para la historia queda la increíble remontada ante el Turista.
Le debo esta historia a tu abuelo, Rebe. Gracias!