Si habéis visitado Cáceres os habrá llamado la atención, entre toda la belleza de su casco histórico (todo él Patrimonio de la Humanidad) que las torres de sus muchos palacios no son especialmente esbeltas.
No lo son, pero lo fueron. Y ese achatamiento tuvo su origen en una venganza. Los nobles cacereños apoyaron a La Beltraneja en su lucha por el trono frente a Isabel. Ganó, como sabéis, Isabel (posteriormente La Católica). Y el castigo para los nobles de Cáceres fue, efectivamente, desmochar sus bellas torres.