En la extraordinaria Plaza Mayor de Trujillo (Cáceres, España) luce, orgulloso, el conquistador trujillano Francisco Pizarro, con una bella estatua ecuestre realizada por el escultor estadounidense Rumsey. Sin embargo, hay en esta estatua algún elemento que desconcierta y que hace dudar de que sea Pizarro el que está allí representado. El casco emplumado es el principal de esos elementos. Con un casco así iba ataviado, curiosamente, Hernán Cortés.
Esto ha ayudado a la propagación de una ¿leyenda urbana? que nos cuenta que México encargó una estatua de Hernán Cortés. Como parece que no gustó (o quizá que el pueblo no iba a permitir ubicarla en ningún lugar público), la devolvieron. Ni corto ni perezoso, el artista cogió su escultura de Hernán Cortés y preguntó a las ciudades de Lima y de Trujillo si querían una escultura de … Francisco Pizarro. Y con esta aproximación hubo más suerte. Ahora, la estatua de CortésPizarro luce, con su altivo porte y sus plumas en la cabeza, en Lima, Trujillo y Buffalo.