Hace ya bastante más de un año, una madre se dio cuenta de que gritaba a sus cuatro hijos. Que les gritaba demasiado (siempre es demasiado). Y se planteó un desafío, al que llamó “el desafío del rinoceronte naranja”. Eligió este animal porque es tenaz, vigoroso y pacífico por naturaleza, pero muestra un comportamiento agresivo cuando se le provoca. Esta mamá se sentía un rinoceronte, salvo en esa parte de la agresividad. Y como quiso dotarlo de calor y energía, de ahí el color naranja.
Esta mamá va ya camino de dos años gritando menos y amando más. Alguna vez se le escapa algún grito, desde luego, pero intentar no gritar ya es estar en el buen camino. A raíz de su iniciativa, más mamás (y papás, espero) han afrontado este desafío del rinoceronte naranja. E incluso alguna profesora. Estoy seguro de que, del mismo modo que ahora vemos impensable que se pegue a nuestros hijos en el colegio o en casa (o en cualquier otro sitio), dentro de poco será impensable que se les pueda maltratar verbalmente.
Por mi parte, aunque no soy nada gritón, intentaré mejorar en ese aspecto. Creo que es buena idea anticiparse al enfado pre-grito. Es decir, ni siquiera sentir dentro el malestar que puede acabar convirtiéndose en grito. Pasito a pasito.
Y tú, ¿te apuntas al desafío del rinoceronte naranja?