Cuando en la taberna estamos, nada nos importa el mundo,
ni que el viento encrespe el agua, ni que el fuego esparza el humo;
si una apuesta afortunada nos escancia su mistela,
ordenamos una ronda para todos y es la fiesta.
Conocí a José Ignacio Cordero hace ya muchos años; en concreto, a comienzos del siglo XVII. Me lo presentó Clara, mi esposa. Y en aquella época José Ignacio, con su grupo Espliego, ponía música a los poemas de El Quijote. Esto me ayudó a descubrir una maravillosa obra poética que había pasado desapercibida a mis ojos. Desde entonces sigo con gusto e interés toda la producción de Espliego.
Y hoy os quiero hablar de los goliardos: clérigos y estudiantes vagabundos y errantes dedicados a la “mala vida” (o buena, según quien juzgue). Su torrente creativo y sus conocimientos religiosos, unido a las influencias de Baco y Venus nos han dejado unos cuantos poemas en los cuales se han inspirado José Ignacio y sus compañeros para regalarnos unas cuantas joyas, agrupadas en su disco “La rosa del pecado”. Os encantará.
Unos juegan, otros cantan, y los hay que se desnudan,
a la sombra de unos pechos y a resguardo de la lluvia;
nadie teme allí a la muerte porque el vino ahuyenta el llanto;
que loado sea por siempre el dulce nombre de Baco.
Si tenéis la inmensa suerte de que actúen en un lugar al que podáis ir, os lo recomiendo. Nosotros fuimos, hace ya unos cuantos años, a verlos a Alcalá y fue una auténtica delicia. Tendréis una placenterísima clase de historia.