Esta es una historia ficticia. Pero vosotros me diréis si podría ser real:
Mi primo Leandro ha dedicado toda su vida a la música tradicional gallega y se dedica profesionalmente a dar cursos sobre ese tema. Leandro es muy valorado en el mundillo, y gracias a eso viene a visitarnos a menudo a Madrid, donde es reclamado habitualmente.
Siempre que viene, se aloja en nuestra casa, lógicamente, a pesar de que le dan cien euros al día en concepto de alojamiento y comidas. Lo veis normal, ¿verdad?
La última vez que vino dejó el coche aparcado en un lugar donde ahora está prohibido el estacionamiento. Afortunadamente, el responsable de multas es muy amigo nuestro (jugamos un par de veces a la semana al paddle) y, como tenía su teléfono, lo llamé para comentarle que Leandro (se conocen, ya que este amigo es muy aficionado a la música también) había dejado el coche mal estacionado por error. Quedamos para cenar los tres, y nos dijo que no nos preocupáramos, que él haría la gestión necesaria. Lo veis normal, ¿verdad?
Durante la cena, Leandro nos contó que se ha comprado otro piso, que piensa alquilar un par de meses al año. Y con eso poder pagarse algún que otro caprichito y mantener el piso en condiciones. Como es tan poca cosa, no va a declarar ese alquiler. Si lo declara, ya casi ni le compensa alquilarlo. Lo veis normal, ¿verdad?
Cuando ya estábamos con el postre, alguien puso la tele. Y vimos que un político de Valencia, que tiene piso en Madrid, estaba recibiendo pagos en concepto de hotel por cada vez que tenía que venir a Madrid. Y que otro político, andaluz, consiguió librarse de una multa que le habían puesto, gracias a sus influencias. Y que un tercer político, esta vez gallego, dejó de declarar una importante cantidad de ingresos.
Y nos pareció indignante el nivel de corrupción de la clase política española. Lo veis normal, ¿verdad?