A finales del siglo XVII, los soldados otomanos estaban intentando conquistar Viena. Sitiaron la ciudad e intentaron asaltarla en varias ocasiones. Finalmente, adoptaron la estrategia de crear unos túneles bajo las murallas, tarea que realizaban durante la noche.
Pero durante la noche, también hay quien trabaja: los panaderos se percataron de unos extraños ruidos y dieron la voz de alarma.
Para recordar el éxito (o el fracaso de los otomanos), decidieron crear unos pastelitos con forma de media luna (símbolo de los turcos). Ese fue el origen del croissant (creciente, en francés).