Minhaj Gedi Farah tenía siete meses cuando llegó, desnutrido y enfermo, al hospital del IRC en Dadaab. Tres meses de cuidados, varias transfusiones, y un complejo alimenticio obraron el milagro.
Obviamente, salvar a un niño desnutrido no es acabar con el hambre en el mundo. Pero debería ayudar a convencernos de que sí, es posible.