Creo que por primera vez en trece años de carrera profesional, hoy he llegado tarde a una reunión. La impuntualidad es algo que detesto (y que, afortunadamente, tolero mucho más en los demás que en mí).
Cada vez que somos impuntuales, estamos transmitiendo lo siguiente:
- soy un desastre, no sé organizar ni mi vida; por favor, no confíes en mí. Evidentemente, si no somos capaces de cumplir con una hora pactada, es que tenemos serios problemas de organización.
- tu tiempo no me importa en absoluto. La persona que ha quedado con nosotros a una hora ha organizado su horario para poder cumplir con nosotros: quizá no ha podido llevar a su hijo al colegio, quizá ha cancelado otra reunión… y nosotros le demostramos que eso no nos importa en absoluto.
Por eso, hoy, cuando llegué casi media hora tarde a mi cita con Manuel, le presenté mis disculpas.
En mi descargo, he de decir que la reunión se confirmó solamente con media hora de antelación, que confundí mi localidad de destino por otra de nombre muy parecido (y, afortunadamente, muy cercana) y que mi GPS decidió no querer funcionar.
Para Manuel 😉
como me suena Carlos… y no quiero decir nombres….