La situación es muy habitual para cualquier padre: tenemos algo que queremos que el niño haga (por ejemplo, cepillarse los dientes) y tenemos algo que el niño quiere hacer (por ejemplo, ir a la piscina).
Creo que hay tres formas de “solucionar” esta situación; os las describiré, junto con mi opinión:
- Si no te cepillas los dientes, no vas a la piscina. Es lo que se llamaría “disciplina negativa”. No estoy de acuerdo con ella, porque usa la amenaza (“no vas a la piscina”) para conseguir nuestro objetivo. Además, el niño podría decir “no me cepillo los dientes, no me importa quedarme sin piscina”, con lo cual nuestra argumentación no habría conseguido su objetivo.
- Si te cepillas los dientes, vamos a la piscina. Esto es la “disciplina positiva”. La veo mucho (muchísimo) mejor, desde luego, que la disciplina negativa. Pero tampoco estoy de acuerdo con ella, ya que me parece una forma de chantaje. Al igual que en el caso anterior, el niño podría optar por no cepillarse los dientes.
- Es muy importante cepillarse los dientes después de comer, porque así los tendremos sanos; hagámoslo rápido para ir pronto a la piscina. Sin lugar a dudas, me quedo con esta opción: explica perfectamente por qué hay que cepillarse los dientes (aislándolo de ir o no a la piscina) y mantiene la piscina como elemento motivador para hacerlo rápidamente.
Y vosotros, ¿con cuál os quedáis?
– Hijo, no hagas ruido jugando porque el partido que intento ver es muy importante.
– ¿Es la final?
– No, pero si dejas de hacer ruido vamos juntos a la piscina.
– Pero si es diciembre…
– O te callas o te suelto dos ostias…!
Describes toda una evolución (más bien involución) del progenitor frente al hijo. No me imagino un partido que sea más importante que el juego de un niño. Gracias!
Ninguno en cualquiera de los tres ejemplos el podría optar por no lavarse los dientes y el padre por quedar frustrado en su objetivo