Posiblemente todos hayáis estado en una empresa u organización en donde alguna de las normas que se siguen no tiene mucho sentido. Os contaré un interesante experimento, que quizá conozcáis, y una divertida anécdota.
He aquí el experimento:
Metieron a cuatro monos en una jaula, y en la parte superior de la misma, colgaron un bonito racimo de plátanos. Cada vez que un mono intentaba cogerlo, los experimentadores rociaban con agua fría a los demás monos. Con lo cual, los monos enseguida aprendieron que cada vez que un mono intentaba coger la comida, había que impedírselo.
Al cabo de un tiempo, retiraron uno de los monos e introdujeron uno nuevo. Al poco, lógicamente, intentó ir a por la comida… sin éxito, porque sus compañeros se lo impidieron. Repitieron la operación (retirar un mono, introducir uno nuevo) hasta que hubo cuatro monos que jamás habían vivido el tormento del agua… pero seguían comportándose igual, de forma irracional e inflexible: cada vez que un mono intentaba coger la comida, se abalanzaban sobre él.
Y ahora la anécdota:
En un cuartel militar, cada vez que había que hacer guardias, ubicaban a tres soldados en tres lugares diferentes: dos en las dos puertas, y el tercero al lado de un banco. Una vez le tocó hacer guardia a un soldado curioso por naturaleza, y se propuso averiguar la causa de esa rara tercera ubicación. Acabó encontrándola: hacía varias décadas (creo recordar que más de un siglo), pintaron el mencionado banco. Y añadieron a la ubicación de las guardias el banco, para que nadie se manchara. Ahí se quedó esa disposición.
La relación entre el experimento y la anécdota parece clara: se ponen normas por algún motivo razonable (en su momento), pero luego no se eliminan cuando el motivo ya no existe o las nuevas circunstancias lo requieren.
Como dice Eduardo Punset: “nos cuesta mucho cambiar de opinión, al contrario que los monos y otras especies inteligentes”.
Para Mª Dolores.
- Mar Monsoriu (Facebook) Aquí leí la anécdota del soldado.
Me sabía el experimento de los monos, pero lo de los soldados… Madre mía… El ser humano es sorprendente en todos los sentidos…
Somos increíbles, ciertamente. Sí, en todos los sentidos! 🙂