Los diamantes eran un artículo extremedamente raro hasta que, en 1870, se descubrieron los enormes yacimientos de Sudáfrica. Un momento… ¿eran un artículo extremadamente raro? ¿Ahora ya no?
Pues no. Ya no. Para que el precio de los diamantes no cayera por los suelos, en 1888, el consorcio de empresas De Beers retuvo los diamantes en depósito, y consiguió controlar el precio de esa ¿joya? durante casi todo el siglo XX. Por una parte, como decimos, controlaron la oferta. Por otro, crearon demanda: encargaron una campaña publicitaria destinada a hacernos creer que los diamantes eran algo único, maravilloso y símbolo del amor. El slogan “un diamante es para siempre” es de 1949.
El consorcio De Beers perdió su poder gracias a la legislación antimonopolio, pero la empresa rusa Alrosa ha ocupado su lugar: no han sacado ni un solo diamante al mercado desde diciembre de 2008. Su portavoz lo tiene claro: “si no puedes mantener su precio, el diamante se convierte en una simple piedra de carbono”.
He leído esta información en la revista Investigación y Ciencia, de marzo de 2011. Es una pequeña reseña en su página 7.