Nos encontramos en 1914, en el frente de la Gran Guerra (más tarde llamada Primera Guerra Mundial). Es el día de Navidad y se está disputando un partido entre británicos y alemanes.
Los disparos ya no los efectúan las armas, sino las piernas; los contraataques ya no causan heridas y, cuando alguien cae al suelo, puede volver a levantarse, muchas veces ayudado por el rival.
La noche anterior, la Nochebuena, la Noche de Paz, ambos ejércitos decidieron parar. Lloraron juntos a sus muertos, entonaron juntos villancicos, juntos rieron y, seguramente, juntos se preguntaron que qué hacían allí.
Aquel día de Navidad, aquellos chicos, en vez de matarse, decidieron jugar juntos. Dicen que ganó Alemania 3-2. El resultado, obviamente, es lo de menos.
La noticia llegó a oídos de los mandamases, y ya nunca más se permitió tal desfachatez: los años siguientes ordenaron iniciar ataques el día anterior y cambiaban a menudo a los soldados de frente, para que no se hicieran amigos de los rivales.
Me enteré de este bonito hecho gracias a Alfredo Relaño. Gracias!
Nacho y Clara me comentaron que había una película sobre este tema. Gracias!. Os dejo con el trailer: