Os doy una pista: de aquí es un exjugador del Celta de Vigo, ídolo de los niños de los setenta.

¿En dónde estamos hoy?
La tortuga puede hablar más del camino que la liebre.
Khalil Gibran
¿Quién conoce mejor el camino, quién lo ha sentido, quién lo ha vivido?
Os confieso que he vivido gran parte de mi no corta vida en la ignorancia de pensar que “mesar” consistía en tocarse o juguetear con las barbas, en un aire más o menos intelectual.
Pero no: mesar las barbas es tirarse de ellas con fuerza, incluso arrancándolas. Más próximo a la ira o a la desesperación que a la sabia reflexión, desde luego.
Siempre me ha gustado más pensar en cursos que en años naturales, también para mi parte profesional. Imagino que es herencia de mi época de alumno. O quizá simplemente sea sentido común, eso de hacer coincidir el final con la época de mayor descanso. O envidia de ese gremio querido que tiene tres meses de vacaciones, quién sabe.
Suelo planificar a vista de pájaro el año, a tiro de piedra el mes y a la distancia de un apretón de manos la semana. El abrazo y el beso no lo planifico. En ningún caso.
La pluma es regalo de alguien del gremio querido: mi profesora de EGB (de 3º a 5º) María Jesús. Un beso al cielo para ella.
O de Hermelo, que también así lo he visto escrito. En el suroeste de Galicia, en la incomparable Península do Morrazo, junto con playas, acantilados y faros, también tenemos montaña. Nos vamos hoy al Monte da Esculca, de unos 400 metros de altura en su punto superior.
Allí, desde 1950-54, se alza una cruz de Santiago, obra del canteiro Cesáreo Sanmartín. Es una obra de siete metros de altura, y que inicialmente iba a realizar también labores de faro (al final no fue así).
Si os acercáis allí, además de disfrutar del monumento, de las vistas y del paisaje, podréis usar también de las mesas que están a disposición del visitante.
Érase un hombre a una nariz pegado,
érase una nariz superlativa,
érase una nariz sayón y escriba,
érase un peje espada muy barbado;
era un reloj de sol mal encarado,
érase una alquitara pensativa,
érase un elefante boca arriba,
era Ovidio Nasón más narizado.
Érase un espolón de una galera,
érase una pirámide de Egito,
las doce tribus de narices era;
érase un naricísimo infinito,
muchísimo nariz, nariz tan fiera
que en la cara de Anás fuera delito.
Posiblemente, este soneto sea el primer poema que recordamos de don Francisco de Quevedo y Villegas: una burla hacia alguien de gran nariz, quizá su íntimo enemigo don Luis de Góngora y Argote, de quien también cito su nombre completo, por no generar celos.
Soneto, decíamos. Es decir, dos cuartetos y dos terceros formando esos catorce versos que tan bien nos enseñó Lope (hablo de don Félix Lope de Vega y Carpio), una colección de metáforas, incluyendo referencias a sus odiados judíos (iba a decir que eran otros tiempos, pero me temo que en estas cosas seguimos igual). Salom.
Esta iniciativa, dirigida por Gustavo Adolfo Bécquer, pretendía documentar todos los templos de España, con imágenes y texto.
Un obra absolutamente descomunal, una obra que requeriría una vida entera.
Los documentos (láminas y texto) se distribuían periódicamente a suscriptores. Por desgracia, el proyecto hubo de interrumpirse. Entre otros inconvenientes, los trabajadores de Correos se quedaban con las preciosas láminas.
En el aprendizaje, en el acceso al conocimiento profundo de cualquier materia (da lo mismo que sea aprender integrales o entender bien cómo funciona tu empresa), hay dos factores que nunca se pueden obviar: la evolución de lo que estamos estudiando y la puesta en perspectiva, la visión global del objeto de nuestro estudio.
Aplico hoy esto, por desgracia, a los incendios. Con tres fotografías. La primera nos habla de cómo estaban los incendios el 12.ago.2025.
La siguiente es ya de hoy: los tres incendios forman ya solamente uno.
La última es también de hoy. Ese macroincendio es uno más de muchos en la misma zona.
Absolutamente horrible.